Dánel Castro o la infinita estupidez de los molinos

Segundos y hasta terceros equipos nacionales a torneos en Holanda o a eventos de escasa calidad, como los Juegos del Alba, han sido las únicas opciones de Dánel en la última década.

Al parecer, la noche del 3 de mayo de 1999 ha quedado definitivamente muy lejos. En aquella histórica jornada, ante los 47 940 espectadores que se reunieron en el parque Camden Yard, de Baltimore, un torpedero cubano de apenas 23 años daba muestras de todo lo que podía hacer dentro de un terreno de béisbol.

Cuatro jits en cinco turnos ante lanzadores de Grandes Ligas, incluido un triple productor de dos carreras, fue la tarjeta de presentación del tunero Dánel Castro, por entonces un proyecto de estrella que destrozaba todo lo que quedara al alcance de su bate. En total, Dánel pegaría cinco jits en seis turnos al bate ante los Orioles, después de irse de 1-1 en el partido ganado por el elenco estadounidense en La Habana (3×2) y batear de 5-4, con cuatro anotadas y dos remolcadas durante el desquite antillano de 12×6.

La disertación ofensiva del tunero en tierra norteamericana no fue ni mucho menos obra de la casualidad. Un año antes, en el Campeonato Mundial organizado por Italia, había promediado 438 (32-14), con tres jonrones, 12 carreras impulsadas y 18 producidas en solo 10 juegos. Las ausencias por eventuales sanciones de Germán Mesa y Eduardo Paret habían abierto un resquicio a la osadía y el talento del diminuto paracortos, quien había llegado a la entonces poderosa Selección Nacional en la Copa Intercontinental de 1997. Sin embargo, a pesar de que su gran actuación ante los Orioles estaba todavía fresca, Dánel debió ceder en breve ante la magia del espectacular torpedero capitalino. En los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999, el tunero fue titular los tres primeros encuentros, pero su pobre rendimiento ofensivo (un jit en nueve turnos) le llevó a la banca con rapidez e hizo saltar al campo al indultado Germán Mesa.

Dánel no lo sabía, pero aquella tarde canadiense en la que dejó de figurar en el line up titular marcó un antes y un después en su carrera deportiva. Desde entonces, por razones que nadie puede exponer con claridad (algunos aluden a cierto conflicto insalvable con un alto directivo del béisbol nacional), se convertiría en un mero actor de reparto, casi un extra, condenado a papeles secundarios y muy de vez en vez llamado a escena, como en el Mundial Cuba 2003, cuando pudo jugar ocho partidos y acumular 25 veces al bate. En ese propio año, el Preolímpico de Panamá sería su última aparición con el principal equipo cubano.

Una década después, los muchos seguidores del ahora veterano jugador se quejan de la enésima preterición que sufre. Aunque su nombre aparece en la nómina de 28 jugadores que representará a Villa Clara en la Serie del Caribe, lo cierto es que la convocatoria del matancero José Miguel Fernández ha lanzado un mensaje bastante claro: Ramón Moré no confía lo suficiente en el camarero de Las Tunas, a pesar de que hace solo unos meses este aportara toda su experiencia y su habitual combatividad para que los naranjas pusieran fin a una sequía de 18 años sin títulos nacionales.

«Dánel no lo sabía, pero aquella tarde canadiense en la que dejó de figurar en el line up titular marcó un antes y un después en su carrera deportiva»…

Inquirido por la presencia de tres intermedistas en su equipo (Andy Sarduy completa el trío), Moré afirmó en rueda prensa que José Miguel es uno de los mejores bateadores del país y lo ha demostrado también en eventos internacionales (fue el mejor toletero cubano en el III Clásico Mundial). “Podemos comenzar con él (con José Miguel) y cerrar con Andy, o ubicarlo como designado. Lo mejor de este equipo es que tiene muchas variantes”, agregó el mentor villaclareño. Así, todo parece indicar que Dánel deberá conformarse con aspirar a entrar en esa imprecisa categoría de “variante”, que a no pocos se les antoja un simple rol de probable emergente.

Y aunque Moré tendrá la prerrogativa de echar por tierra los vaticinios más pesimistas que se escuchan por estos días en Las Tunas, realmente no hay demasiadas razones para apostar por el optimismo. Sin ir más lejos, la reciente celebración del Juego de las Estrellas fue otro capítulo en el amplio historial de injusticias que ha sufrido el nacido en el norteño municipio tunero de Manatí.

El designado villaclareño Ramón Lunar fue el favorecido por un sistema de votación que deja la decisión en manos de la simpatía de quienes tienen acceso al sufragio, obviando una comparación estadística que se inclinaba con claridad por el tunero. Esta vez, por obra y gracia de un plebiscito popular que para nada pone en igualdad de condiciones a los peloteros de las provincias con menor población y desarrollo, Dánel se quedó fuera de un espectáculo que ha prestigiado en múltiples ocasiones.

Su paso por los Juegos de Estrellas ha sido tan arrollador, que hasta en dos oportunidades decidió estos choques con cuadrangulares, ambas ante los envíos de esa leyenda viva de la pelota cubana que es el pinero Carlos Yanes. La primera vez, en 1998, Dánel se convirtió en el primer jugador que conectó un jonrón en el estadio Héroes del Mayabeque (Güines, actual provincia de Mayabeque) y su bambinazo puso cifras definitivas al partido que ganaron los orientales 1×0. Seis años después, en el parque santaclareño Augusto César Sandino, su fiesta fue total al ganar el derby de jonrones (empatado con el espirituano Reinier Yero) y más tarde dejar al campo a Occidentales (4×3) con un enorme vuelacercas.

Pero si en todos estos años directivos y mentores le han dejado fuera del Equipo Nacional, e incluso la afición le ha retirado su favor a la hora de elegir estrellas; la prensa no ha sido menos y ha desempeñado también su papel. Hace solo dos temporadas, en la Serie 51, los colegas de los medios radicados en La Habana (los únicos con derecho a emitir opinión a la hora de integrar los equipos ideales de fin de campaña) decidieron de manera increíble (ver tabla comparativa) que el capitalino Serguey Pérez reunía más méritos como mejor bateador designado del campeonato. Después, alguno confesaría que la decisión fue un “premio” al subtitular Industriales, pues de lo contrario los Leones Azules se habrían ido sin ninguna distinción individual. Lo curioso es que en otras posiciones la diferencia era mucho menor y por tanto el nombramiento de un industrialista habría sido menos escandaloso. Sin embargo, el sacrificado volvió a ser el mismo y ninguna voz con suficiente fuerza como para ser escuchada salió en su defensa.

Cuando concluya la presente temporada, probablemente Dánel Castro deje para siempre el deporte activo, a pesar de exhibir números impresionantes en campeonatos recientes, como el 2009-2010, cuando bateó 354 e impulsó 79 carreras; o el 2011-2012, en el que promedió 370, con 15 jonrones y 73 remolcadas.

Su posible adiós a los terrenos no tendría entonces nada que ver con el rendimiento, sino con esa especie de cáncer que carcome a la pelota cubana y provoca que tantas y tantas de sus más encumbradas figuras deban abandonar por la puerta de atrás el escenario que han amado siempre. A fin de cuentas, Dánel no es la excepción. Se trata solo de un hombre ya sin tiempo para tardías hazañas quijotescas; un hombre terriblemente cansado de la estupidez de los molinos.